En un abrir y cerrar de ojos, el tiempo se va y, de pronto, llega el momento de decir "Ya cumplí 60 años. ¿ Y ahora qué?" Tuve una crisis de la edad, como si me hubiera enfrentado a un mandato de término. En ese momento se me presentó la disyuntiva de abandonarme o serle fiel a la trayectoria de fortaleza, empeño y capacidad de vida que he forjado. Me dije: "Si el problema es que mi mente me dice que ya tengo determinada edad y estoy en esta etapa de adulto mayor, entonces tengo que empezar por romper el paradigma cultural de haber llegado al tope". Y decidí llamarme atemporal y alimentar la mente, el cerebro y el corazón, con frases como: Ya no me importa cuantos años tengo, simplemente vivo... Doy lo mejor de mí como siempre. Esta postura se convirtió en una premisa para provocar el cambio y darle un giro a la experiencia para así vivir un renacer mental y físico.
Corazón sin edad plantea la atemporalidad como la fuerza que te llevará a otros criterios de vitalidad, a aprender a relacionarte contigo viviendo una aventura de exploración y rescate de tu historia y a replantear el futuro que está ahí para disfrutarlo a plenitud.